
Con todo el tiempo libre que tenemos en la universidad, ¿por qué estaría mal un poco de procrastinación?
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Durante la high school tal vez sentiste que cada minuto de tu día escolar estaba planificado, pero en la universidad hay mucha más libertad. Con todo este tiempo, te podrías dar el gusto de posponer un poco las cosas, ¿verdad? ¡Incorrecto! Una gran parte de aprender cómo convertirte en una persona adulta es el manejo responsable de tu tiempo, para que haya espacio tanto para el trabajo como para la diversión. Estas son algunas consecuencias de la procrastinación:
Mayor estrés
Cuando se trata de estudiar, esperar hasta el último momento no sólo te deja menos tiempo para revisar el material, sino que también aumenta tus niveles de estrés.
El estrés te dificulta concentrarte y asimilar lo que necesitas aprender.
Además, aumenta las posibilidades de que sigas procrastinando.
El estrés aumenta la probabilidad de que lo que aprendas te entre por una oreja y salga por la otra.
Por lo tanto, si el contenido de este examen es importante para lo que aprenderán más adelante o para una materia del próximo semestre, probablemente no lo recordarás después del examen.
También es más efectivo y menos abrumador estudiar por períodos breves durante varios días, que estudiar en una sola sesión maratónica y agotadora.
Escritura de menor calidad
Cuando se trata de escribir, esperar hasta el último minuto prácticamente asegura que el producto final será de menor calidad.
Si pospones un trabajo hasta el último minuto, probablemente tendrás que apresurarte. Esto aumenta las posibilidades de que cometas errores.
Si planificas con antelación, puedes comentar tu planteamiento y otras ideas con tus compañeros de clases o tu profesor. Esto te puede ayudar a desarrollar una tesis sólida para tu trabajo.
Comenzar antes también te da la oportunidad de entregar un borrador antes de la fecha límite.
Por último, si empiezas a tiempo es más fácil corregir y afinar mejor tus ideas.
Situaciones incómodas
El trabajo no es lo único en lo que puedes procrastinar. Cuando se trata de conflictos y otras situaciones sociales incómodas, ignorarlas hace que las demás personas se queden esperando tu respuesta, y eso puede empeorar las cosas en vez de mejorarlas.
Cuando dudamos en responder a textos o correos electrónicos difíciles suele ser porque nos preocupa la reacción de la otra persona.
Pero al ignorarlos, aumentamos la posibilidad de que la otra persona se sienta más frustrada, decepcionada o poco escuchada y no importante.
Si no sabemos qué decir o dudamos en comprometernos con algo, ¡está bien! Decirle eso a la otra persona le permite saber que seguimos pensando en el asunto.
Admitir cuando una situación nos cuesta puede ser una forma de abrir una conversación, y la otra persona podría tener ideas que aportar para ayudarte a resolver el problema.